Junio
30 de 2012
El
“polvo institucional”: cuando el sexo se convierte en una obligación…
¿Te sucede a menudo que ya no
quieres retozar con tu pareja en la cama, pero te provoca buscar a otra
persona? ¿O tienes como costumbre tener relaciones extraconyugales buscando
grandes placeres y con tu esposo o esposa, tienes un polvito de vez en cuando?
El “débito conyugal” o la
sensación de que estás obligado a sostener vida sexual con tu cónyuge, es una
percepción equivocada que tienen muchas personas que comparten su cama con su
pareja pero no sus deseos íntimos y sienten que “les toca” tener relaciones
sexuales porque son marido y mujer.
Las relaciones sexuales forman
parte del compromiso que una pareja asume cuando se casan porque la sexualidad
compartida permite tener los hijos que se desean y construir una intimidad hermosa
que refuerza el amor que ambos se expresan. Sin embargo, la rutina y el paso
del tiempo van desvaneciendo la pasión fogosa de los primeros años y el aburrimiento
empieza a aparecer.
Si los afectados por la
monotonía sexual no luchan por mejorar su pobre vida sexual, uno de los dos o
ambos, se resignan a tener sexo “porque toca”, “porque existe el peligro de que
busque a otra persona” o “para que no se disguste”. Y así viven muchos años en
una especie de “polvo institucional” como bien lo llama un querido amigo a esta
triste vida sexual matrimonial.
¿Por qué una persona se
acostumbra a buscar o aceptar al sexo
por obligación? Veamos algunas razones:
o
Cuando los detalles, los elogios, la ternura y el reconocimiento
del otro empiezan a desaparecer, se pierde también el deseo sexual de manera
gradual, casi sin que la pareja se dé cuenta. Muchos se quejan porque su pareja
sólo busca sexo en las noches mientras que en el día se ha comportado grosero o
desatento.
o
Vivir como islas dentro del hogar va deteriorando la pasión y el
deseo por el otro. Llegar a la casa gritando porque no le sirven la comida,
renegar todo el tiempo, ser agresivo, son comportamientos que desaniman al más
apasionado.
o
La falsa vanidad o egocentrismo de algunas personas les induce a
buscar fuera de su casa lo que le falta. Lastimosamente, en nuestra sociedad
machista, muchos hombres no hablan con sus parejas para oxigenar su vida íntima
sino que recrean su placer sexual en la calle. Esta falsa hombría es reforzada
por los comentarios y halagos de sus amigos que comparten las mismas creencias
de que “el macho” es aquel que se jacta de ser “el mejor polvo” en camas ajenas
y no en la de su pareja.
o
La sumisión, el desconocimiento del derecho al placer y las
creencias acerca del “débito conyugal” en las mujeres alimentan la creencia de
que el sexo es obligatorio. Un gran número de esposas viven una carencia
erótica terrible acompañada de frustración, desilusión y desamor, pero no se
atreven a hablarlo con sus esposos porque piensan que “esa es la vida que les
tocó” y así salvarán su matrimonio.
o
Cuando alguien tiene una disfunción sexual y no busca ayuda
profesional, tiende a aceptar las relaciones de manera obligada para que su
pareja se satisfaga y así liberarse de sus culpas. Una mujer anorgásmica o que
siente dolor en el coito satisface a su marido a pesar de su problema sexual
para que él no se disguste y la cambie por otra. Al igual, un hombre con
eyaculación precoz o impotencia, se aferrará a tomar por su cuenta toda
pastilla que le recomienden pensando que “tiene que cumplirle” a su pareja para
que no le ponga los cuernos.
o
Por último, los prejuicios y mitos sexuales de corte machista
llevan a muchos a actuar de la siguiente manera: El “polvo casero” está hecho
para cumplir un deber con su cónyuge: limitado, poco creativo y con escaso
deseo. Mientras que “el polvo del deber ser” es el clandestino, apasionado y
atrevido: con la moza, con el amigo o con la trabajadora sexual. Esta actitud es mezquina con la pareja porque
le corta las posibilidades de disfrute y enriquecimiento a la sexualidad de esa
persona que te ama y que despierta a tu lado todos los días.